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Continuando con su discurso de despedida, Moisés advierte al pueblo que si cumplen las mitzvot tendrán una buena vida en la tierra prometida y les recuerda los episodios de la adoración del becerro de oro, la rebelión de Coré, el pecado de los espías y otros en que el pueblo no obedeció al Eterno y mostró falta de fe en El, lo cual trajo dolor y tragedia. “Han sido rebeldes contra D-s” les dice, pero también les habla del perdón de sus faltas. Moisés les dice que la tierra de Canaán es una tierra fértil que da buenos frutos, pero les dice que cuando lleguen allá no sean arrogantes, sino que reconozcan la intervención de D-s en cada situación y que sean agradecidos. A veces en nuestra vida, solemos pedir ayuda cuando estamos en situaciones difíciles, pero una vez superadas las dificultades tendemos a olvidar a quienes nos han ayudado a salir airosos de ellas. Debemos mirar atrás para agradecer la ayuda que recibimos oportunamente.
El versículo 2 del capítulo 8 de nuestro parashá, dice: “…para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón…”. El pueblo de Israel debía esforzarse para entrar en la Tierra Prometida.
El versículo 3 dice: “…para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre…” Así se transmite al hombre la clave para obtener paz, armonía y tranquilidad en la vida. Saber que el sustento no depende de los medios que el hombre utilice para vivir sino de la palabra del Creador del Universo.
Durante su estadía en el desierto, Israel experimentó la más fuerte y difícil prueba que el hombre pudiera atravesar en su vida. D-s les proveyó de un tipo de alimento que no se podía encontrar en ninguna otra parte. Con propiedades increíblemente benéficas como ningún otro alimento. Los sabios dicen que su sabor dependía del pensamiento de quien lo ingería. Algo realmente milagroso. Sin embargo, poseía una característica que podría verse como un defecto o desventaja y es que no podía guardarse de un día para otro. Moisés le dice al pueblo de Israel que estos cuarenta años en el desierto, en que D-s los mantuvo con el Maná del Cielo, fue para enseñarles que “no sólo de pan vivirá el hombre”. Israel debía confiar que, así como el maná había caído el día de hoy como se esperaba, de igual manera, sin lugar a duda, caería el día siguiente.
De la misma manera como no se puede entender cómo el maná alimentó al pueblo de Israel todo ese tiempo, así tenemos que reconocer que no podemos entender cómo nuestros esfuerzos nos proporcionan el sustento diario, pues todo es un milagro.
Este es el “secreto” de la paz y la tranquilidad que todos buscamos. Ciertamente debemos ocuparnos en nuestra manutención, pero nuestra prioridad principal debe ser apegarnos al Creador de Todo, al Amo del Universo y dejar en sus manos la angustia por nuestro sustento.
En el versículo 10 del mismo capítulo, encontramos el Bircat Hamazón: mitzvá de bendecir al Creador después de haber comido.
En los versículos 12 al 17 de este mismo capítulo, podemos leer: “…no sea que comas y te sacies, que edifiques buenas casas y las habites…y digas en tu corazón: mi fuerza y el vigor de mi mano han hecho para mí esta riqueza”. El salmo 127:1 dice: ” Si el Eterno no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; si el Eterno no cuida la ciudad, en vano vela la guardia”.
¿Cuántas veces hemos dicho “Nosotros hicimos esto o aquello” o ” Yo he edificado y construido lo que poseo”? “Esto es lo que Yo he construido con mi esfuerzo”. Según algunos sabios, este es el primer paso hacia la idolatría. Nuestro “Yo” se va convirtiendo en un “Yo” orgulloso y soberbio y comenzamos a olvidar creyendo que todo lo que tenemos proviene fundamentalmente de nuestra fuerza. Cuando nuestro “Yo” se engrandece perdemos la conexión con el Boré Olam.
“Y te acordarás del Eterno tu D-s, pues El es Quien te da las fuerzas para hacer las riquezas…” (Devarim 8:18). Esta es una mitzvá que debe ser de cumplimiento constante. Recordar cada día los favores que hace D-s con nosotros. Cada mañana al despertar, poder abrir los ojos, cada instante en que nos sentimos con fuerzas, con vitalidad, cada respiración, etc. Tener siempre en nuestra mente los favores que el Todopoderoso nos da cada día en forma gratuita. Tener siempre en nuestra conciencia cada una de las bondades que D-s hace con cada uno de nosotros a lo largo de nuestra vida y de cómo El se encarga de protegernos siempre. El salmista decía de forma muy acertada: “Bendice alma mía a Adonai, y no olvides ninguno de sus beneficios. El es Quien te corona de favores y misericordias…”
Las necesidades físicas del hombre no se limitan a tener un pan para comer, un techo donde protegerse y una cama para dormir por las noches. Las personas requieren además, sentirse cómodas y holgadas, de manera que las preocupaciones materiales no le ocupen demasiado tiempo en sus pensamientos. Nuestras riquezas, sean muchas o pocas, es lo que poseemos, sea dinero, casa, muebles, etc. y que excede a nuestras necesidades básicas. El uso que damos a esa riqueza habla de nuestra conexión con D-s. El rabino Yeshua dijo, “donde está tu tesoro, ahí está tu corazón”.
Por eso, Moisés le hacía al pueblo una descripción de la Tierra Prometida. Recordar que la Tierra de Israel era una tierra que fluía leche y miel, llena de lugares fértiles y hermosos frutos, debería proporcionar al pueblo la suficiente conciencia para agradecer al Creador por tan grandes bendiciones. Si los bienes materiales que recibimos no nos permiten ver que D-s se encuentra detrás de todos ellos, entonces no cumplen su propósito que es el de acercarnos al Creador de todo lo que existe y que nos sustenta y nos protege. La provisión de Dios se extiende a su constante relación a toda su creación, que es profundamente dependiente de Él (Salmo 104:21). A menudo, no valoramos la lluvia que cae, el sol que sale cada mañana, los refrescantes vientos que soplan y las mareas que limpian nuestras costas y vigorizan la vida en nuestros vastos océanos. Pero todas estas cosas están vigiladas por nuestro amado Dios en su provisión para nosotros.
La palabra “Ekev” que es el nombre de nuestro parashá significa, entre otras cosas, “talón”. El talón del pie es nuestra conexión con la Tierra, lo cual nos enseña acerca de la conexión que existe entre lo material (terrestre) y el Cielo. Las cosas materiales nos deben ayudar a crecer en el plano material pero también espiritualmente, haciéndonos madurar en nuestras aptitudes personales para disfrutar nuestras riquezas en todas sus variables y el talón que es la parte más baja de nuestro cuerpo habla de la implicación de todas las partes del cuerpo en esta labor, de la cabeza a los pies, y como es la parte del cuerpo relacionada con el andar nos muestra como el cumplimiento de las mitzvot nos marcan nuestro andar por la vida. Para eso nos fueron dados por el Creador. Bendito sea.
Resumiendo, podemos entonces aprender de este parashá, entre muchas otras cosas, que debemos ser agradecidos no solamente con Dios, sino con todos aquellos que están cerca de nosotros y nos bendicen con su servicio, sus dones o su amor desinteresado.
Bajo cualquier circunstancia de la vida siempre es bueno agradecer.
El agradecimiento debe estar presente cada día de nuestro existir, debido a que es Dios quien nos brinda por su misericordia todo lo que tenemos. El nos ofrece cada día sus ricas bendiciones, pero andamos tan ocupados que no nos damos cuenta. Debemos ser agradecidos con Dios no solamente en los momentos buenos, también en los malos. Agradecidos con Dios no solamente de vez en cuando, sino cada día.
Pueda el Creador abrir nuestros ojos y nuestra conciencia para entender que El es nuestro proveedor, que nos ama y vela por nosotros cada momento de nuestras vidas y seamos agradecidos por tantas bendiciones recibidas.
Shabbat Shalom!!!