En este parashá encontramos las instrucciones acerca de lo que el pueblo de Israel deberá hacer cuando entre a la Tierra Prometida, tales como separar el primer fruto de la cosecha de la tierra y llevarlo al templo, declarar que fueron esclavos y liberados, y Moisés les habla acerca de las bendiciones que recibirán si cumplen los mandamientos del Eterno y las maldiciones si no los obedecen.
Se ordena a los hijos de Israel traer los primeros frutos de la tierra una vez establecidos en ella de lo cual se intuye que antes de esto, el pueblo no cumplía esta mitzvá. Sólo cuando estuviesen completamente establecidos en Israel, se gozarían de los frutos de su cosecha y traerían los primeros frutos. Esto es muy significativo en este mes de Elul, que es un tiempo de teshuvá. Tiempo de retorno a nuestro nivel esencial, para completar lo que faltó en el año que concluye y cuando entramos a un nuevo año, un nuevo comienzo.
La palabra “simja” (alegría) es uno de los temas fundamentales del libro de Deuteronomio (Devarim).
La alegría aparece en dos contextos del parashá de esta semana. Uno tiene que ver con la ofrenda de los primeros frutos. En el versículo 11 del capítulo 26 dice: “y te alegrarás, tú y también el levita y el forastero que está en medio de ti, por todo el bien que el Señor tu D-s te ha dado a ti y a tu casa“.
El otro contexto es bastante distinto. Ocurre en el ámbito de las maldiciones.
En el capítulo 27 encontramos que la Torá pronuncia las “maldiciones” para quienes no obedezcan los mandamientos del Eterno. Cada una comienza con la palabra “arur” (“maldito”). La raíz del verbo “arar” implicaba, originalmente, atadura, restricción o frustración. También se refiere a “atar” a alguien a través de la palabra o dificultar su paso mediante obstáculos. El verbo “ará” denota la idea de “arrancar” en la cosecha. El verbo “arar” suele aparecer en yuxtaposición con el verbo ” baraj” (“bendecir”) como es el caso en nuestro parashá de esta semana. Todas son raíces verbales relacionadas con la palabra “maldición”. De acuerdo con esto podemos entender que la desobediencia y lo que ésta conlleva deja atado a quien lo comete y dificultan su travesía en la dirección que marcan las enseñanzas de la Torá. Cada maldición es también una advertencia y cada advertencia una puerta hacia la bendición.
El versículo 26 de este capítulo dice particularmente, “maldito el que no mantenga con firmeza las palabras de esta Torá para realizarlas”. Guardar las mitzvot en nuestro corazón solamente no basta. Estas buenas intenciones deben ir acompañadas de actos concretos. La manera de mantener con firmeza las palabras de la Torá es realizarlas.
Hay dos pasajes de maldiciones en la Torá. Una es en Levíticos 26 y la otra es aquí en Deuteronomio 28. Las diferencias son notables. Las maldiciones en Levíticos terminan con una nota de esperanza. Las de Deuteronomio, por el contrario, en desesperanza. Las de Levíticos relatan que el pueblo caminó con D-s, con hostilidad y rebeldía. Las maldiciones en Deuteronomio fueron causadas “porque no has servido al Señor tu D-s con alegría y gozo de corazón, cuando tenías la abundancia de todas las cosas”.
Sabemos que vivir sin alegría no es lo mejor, pero ¿merece una maldición? ¿Qué tiene de malo no servir a D-s con alegría y gozo de corazón? ¿Por qué tan terribles consecuencias?
En el Salmo 1 leemos: “Bienaventurado (feliz) el hombre que no estuvo en consejo de malos, …sino que en la Torá de Adonai está su delicia… será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, …y todo lo que hace, prosperará”. El que vive en concordancia con la Torá lleva una vida serena y bendita. Sobrevive, fructifica, permanece firme y crece. Podemos decir con esto, que la felicidad es un estado mental del individuo. No así la simja (alegría). La simja es algo que se comparte. Como cuando celebramos una boda, por ejemplo, nos alegramos juntos celebrando el momento. La felicidad es una actitud hacia la vida en su totalidad mientras que la alegría es una experiencia del momento, del presente. Al no servir a D-s con alegría ni con un corazón gozoso el pueblo estaba mostrando su egoísmo. Solo estaban pensando en el beneficio que podían sacar del servicio a D-s y por eso lo hacían con hostilidad y rebeldía. Por eso se quejaban tanto, porque solo estaban mirando hacia el futuro y éste parecía muy incierto. La alegría tiene que ver con la conexión con otras personas y con el Creador. La alegría no se relaciona con los pensamientos del futuro sino con la agradecida aceptación y celebración del presente. Estamos aquí, estamos vivos, vivimos en la tierra que D-s nos dio, celebrando su bendición, comiendo los frutos de su tierra, regados por su lluvia, madurados bajo se sol, respirando el aire que nos insufló. La alegría es la capacidad de celebrar la vida en sí, celebrar el hoy sin pensar en lo que pueda ocurrir mañana.
De ahí, la insistencia de Moisés de que el pueblo entienda la importancia de conservar la capacidad de alegrarse, de celebrar en medio de la oscuridad, de cantar aún en ” tierras extrañas” para obtener la fortaleza para resistir. Podemos superar derrotas y fracasos si no perdemos la capacidad de alegrarnos. La fiesta de Succot, que celebraremos pronto, es un ejemplo de esto. Dejamos la comodidad de nuestras casas para vivir en una débil choza y a la intemperie, sin embargo, lo llamamos Zeman Simjatenu, nuestra estación de alegría.
En estos últimos tiempos, como congregación hemos pasado por situaciones muy difíciles. Esta misma semana, hemos estado “despojándonos” de cosas materiales que compartíamos como miembros y eso nos produce un sentimiento de nostalgia por lo que todo eso dejó en nosotros. Pero no debemos aferrarnos a eso. Ni a las cosas materiales ni a los recuerdos ni a los sentimientos que toda esta situación nos produce. Debemos vivir el presente con alegría y servir a nuestro Creador con alegría y gozo en el corazón, sabiendo que El sabe lo que es mejor. La alegría de saber que el Boré Olam ha estado con nosotros todo este tiempo y que HOY contamos con su presencia en nuestras vidas nos debe dar la fortaleza para seguir adelante con corazones alegres, gozosos y agradecidos por el hermoso presente.
Moisés concluye diciendo al pueblo que solo hoy, cuarenta años después de su nacimiento como pueblo, alcanzaron un “corazón para saber, ojos para ver y oídos para escuchar”.
Quiera el Creador que nuestros corazones sean llenos de gozo en el servicio y vivamos con alegría y agradecimiento por toda la abundancia que El ha puesto en nosotros.
Shabbat Shalom!
Alejandro Alvarado