26 Kislev 5781
La Parashá de esta semana nos cuenta la historia de José y sus hermanos. Metiéndonos un poco en contexto podemos imaginar la vida de Jacob, un padre anciano con todos sus doce hijos grandes. De madres diferentes y con personalidades propias a cada uno. Me pregunto ¿Como haría Jacob (y las madres, por supuesto) para criar semejante familia en esos tiempos? ¡Si hoy con todos los adelantos es difícil, imagínense entonces!
La historia de José es una clara evidencia de que “todo es para bien”. Aún en las circunstancias adversas todo se transformó para algo bueno. A través de todos los acontecimientos narrados podemos ver como el Creador intervino en cada circunstancia para salvar a José y así al pueblo de Israel.
Un rasgo importante de José, que vale la pena remarcar es su “grandeza espiritual” y su altruismo.
¿Cuántas veces nosotros, en circunstancias semejantes, nos llenamos de rencor y amargura y culpamos a los demás o al Creador mismo, de todo lo que nos pasa?
La Torá nos dice, entre líneas, que José, aún en momentos muy duros para él, independientemente de si él mismo los provocó o no, se mantuvo íntegro y sin rencor hacia sus hermanos y a los demás.
Es importante ser objetivos a la hora de analizar la conducta de José. El no era un ni un santo ni un malvado sino un ser humano cualquiera, con elementos de ambos. El hecho de haber sido un instrumento para ” salvar” a todo un pueblo no lo hace superior a los demás seres humanos. Sin embargo, no debemos pasar por alto todo lo bueno que podemos aprender de él. Por ejemplo, su actitud. Fue un hombre de convicciones. Mostró un espíritu alegre y dispuesto.
Otra cualidad de José es que era obediente a su padre y a sus superiores. Su padre lo envió a buscar a sus hermanos y cuando llegó al sitio donde supuestamente estaban se encontró con que no estaban allí. En lugar de volverse a su padre, siguió hacia donde le dijeron que podría encontrar a sus hermanos porque quería obedecer a su padre buscando a sus hermanos a millas de distancia. Hacía lo que su padre le ordenaba y el hecho de haber ascendido en sus cargos y ser colocado en lugares eminentes muestra que era alguien que acataba las órdenes. Habiendo muerto su madre, sus afectos se apagaron más a su anciano padre, lo cual fue motivo de pena y dolor.
José fue íntegro. Lo demostró frente a la mujer de Potifar quien le había dado a José un amplio rango de responsabilidades y entregó en su mano todo lo que poseía, excepto a su mujer quien se interesó sexualmente por éste. Sin embargo, José opuso resistencia hacia las insinuaciones de ella de forma repetida y su rechazo fue claro. A pesar de ser todavía muy joven, no cedió ante los deshonestos ofrecimientos de ella. El hecho de que José mostrara estos valores a temprana edad nos dice que la madurez mental no depende de la madurez física.
En el versículo 2 del capítulo 37 de este parashá, dice que José “…era joven”. Rashi dice que esto se refiere a la velocidad con que José, como todo joven, quería vivir la vida. Es decir, tal vez no se daba cuenta de las consecuencias que sus acciones podían producir. Al traer malas referencias de sus hermanos a su padre, tal vez no estaba pensando en lo que eso podría suscitar en sus hermanos. Sin embargo, más tarde, perdonó y se mostró paciente.
Aunque José finalmente alcanzó poder, riqueza y prominencia, experimentó muchos días oscuros. Sus hermanos lo odiaban y lo vendieron como esclavo, pasó muchos años en la cárcel por una infamia y fue olvidado mucho tiempo por aquellos a quienes ayudó. A pesar de todo esto, no fue doblegado en su espíritu. Activo y alegre, mostró también seriedad y firmeza moral. Más tarde, ya adulto mostró asimismo benignidad, fidelidad y veracidad. Esto lo podremos ver mejor más adelante en la Parashá Vayejí, cuando José habla con sus hermanos acerca de lo que pasó. Como ya he mencionado, José parece un chico emocionalmente muy maduro. Se convirtió en intérprete de sueños más tarde y esto le pudo haber servido para interpretar sus propios sueños, aunque debido a que la Torá no menciona que estaba dormido cuando soñó sus célebres sueños, podría dar lugar a pensar que ha podido “soñar despierto”. Es decir, sus sueños pudieron haber sido producto de una reflexión profunda.
Con José aprendemos que perdonar es dejar atrás el pasado y vivir el presente. Los hermanos de José tenían razones para odiar a José. Su padre le daba regalos especiales y él contaba sus sueños a sus hermanos donde aparecía “superior” a ellos. No podemos culpar a los hermanos de José de sentirse menospreciados por su padre, mucho menos por sentir celos y enojo. Lo odiaban tanto que no podían ni hablarle y más tarde, cuando la oportunidad se presentó, lo vendieron como esclavo. Pero ninguna emoción o circunstancia justifica un acto de crueldad. En semejantes circunstancias, el perdón es algo que no es fácil de lograr pero que debemos procurar.
En este parashá vemos que nada sucede por accidente. Así como en esta hermosa historia, en la vida diaria, cada detalle cuenta, Como es el caso del “hombre” que le dio la información a José de dónde estaban sus hermanos (Bereshit 37:15-17). Los sabios no se ponen de acuerdo acerca de quién era este hombre. Hay quien dice que era el ángel Gabriel, otro que era un transeúnte, otro que era D-s mismo. Cualquiera que haya sido este desconocido hombre, fue un instrumento del Creador en esta historia, pues de no haberse encontrado José con sus hermanos, José no hubiese podido estar donde debía estar para que el resto de los acontecimientos tuvieran lugar. El mensaje no puede ser más claro: cuando el Creador ha dispuesto algo, aunque parezca imposible, algo pasa y la soberanía del Eterno, bendito sea, se muestra para que las cosas sigan el curso que deben seguir. Tenemos aquí una visión maravillosa de como el Boré Olam obra soberanamente en el universo. Ni lo malo ni lo bueno pueden frustrar los planes del Eterno, bendito sea.
No olvidemos nuestras convicciones. Cuando encontramos el punto de contacto entre lo aparentemente negativo que sucedió en el pasado y lo positivo que eso ha traído a nuestras vidas, es entonces que somos capaces de liberarnos de ese pasado y vivir el presente hacia un futuro más sano y positivo. Nada sucede por casualidad. Todo tiene un plan secreto, sea revelado o no.
Cuando algo malo nos sucede, nos podemos encontrar desestabilizados, sacudidos en nuestra fe, en nuestras convicciones y creencias. Pero siempre tenemos la oportunidad de ver al Creador actuando en medio de todo.
Shabbat Shalom!!
Alejandro Alvarado