¿Qué impulsa el corazón?

El profeta Miqueas realiza una pregunta profunda en su libro, cuando escribe en el capítulo 6: 6-8

¿Con qué me presentaré ante el Señor, y me postraré ante el Dios Altísimo?”.

La pregunta, es, ¿qué puedo ofrecer al Eterno siendo un simple mortal? ¿Acaso no dice el pasuk en Tehilim acerca del Eterno “Quien hizo los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos”? (Salmos 146:6).

Entonces, si esto el Eterno creó todo lo visible, físico y material, ¿qué le podemos dar? ¿por qué debemos dar? Y, sobre todo, ¿A quién damos?

Esta porción de Terumá (ofrendar/ regalar) es una historia que sucede luego del error del becerro de oro, y está escrita como un acontecimiento previo. Además, está llena de simbolismo e instrucciones del deseo del Eterno de tener una posada física en el mundo material para poder habitar entre el pueblo que había expresado el deseo de “hacer y obedecer sus palabras”.

En hebreo la palabra “dar” es Natán (נתן) y es interesante que esta palabra puede leerse de izquierda a derecha o al revés, es decir, cuando se trata de dar, no importa de qué dirección venga o vaya, siempre cuenta. Por otra parte, no está de más decir que se mencionan en este parashá sobre la utilización de 15 materiales que serán usados para construir el Mishkan, y que lo podemos relacionar con la palabra Yud Heiי ה que suma 15 (10+5) en gematría. Esto nos va dando la idea que esta porción que a simple vista es un presupuesto de materiales a utilizar para construir el MIshkán, deja de ser un relato, y se va convirtiendo en un entramado de interrelaciones que nos promueve hacia un fin.

Iniciamos de la siguiente manera: “Daber el-beney Yisra’el veyikju-li trumah me’et kol-ish asher yidvenu libo tikju et-trumati.” “Habla a los hijos de Israel para que separen para Mí una ofrenda; de todo hombre cuyo corazón le impulse a ello, tomarás ofrenda para Mí.” Y acá encontramos la repuesta a nuestras tres interrogantes previas.

Veamos, el tema central, es que nuestro primer mandamiento dice: “Yo soy el Eterno, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre.” Esto implica que ahora somos personas que el Eterno les ha devuelto el regalo más grande de todos: El libre albedrío. Nuestro RANEBI solía repetir esta frase, el libre albedrío o la capacidad de decidir es el regalo más grande que el Eterno le ha dado al hombre, y posiblemente no es el más valorado.

A diferencia del pasaje sobre el becerro de oro, que nace de la imposición u obligación, el Eterno acá desea que ejerzamos nuestro más grande regalo para decidir. Leemos en Shemot 32:2 que Aaron utiliza una frase que implica que no tengo opción más que dar para algo, casi diríamos en la posición de como cuando nos asaltan, dice: “Y les dijo Aarón: Quitad los aros que hay en las orejas de vuestras mujeres y de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos.” Al leerlo detenidamente, realmente, entre los verbos “Quitad y Traédmelos”, ¿hay alguna opción de elección? Al parecer no. De igual manera, el pueblo cuando vio que Moshé no bajaba del Monte, me imagino que casi linchan a Aaron y le quitaron su libre albedrío cuando le dijeron: “Levántate y haz para nosotros dioses que vayan delante de nosotros”. De igual manera, entre los verbos levántate y haz, ¿hay opción de elección? Claro, diremos alguno, Aaron pudo elegir decir no y convertirse en mártir, o que alguien haya dicho “No, no le quitaré a mi familia sus argollas” o decirle a Aaron “no, no te las llevo”. Es más que claro, que el miedo tomo control de sus mentes y pensamientos, y esto los hizo esclavos de sus pensamientos, llevándolos a cometer semejante error.

Ahora bien, siguiendo con nuestro relato, esta poción Terumá ocurre luego del becerro de oro, y esto es lo hermoso del Eterno, yo denoto que el Eterno perdonó por este error a esa generación, porque primero les cubre el error al elevarlos por su generosidad, y luego muestra al mundo su error. Es como hablar bien de alguien que en su pasado cometió errores, lo importante en su vida no es su error, sino quién es hoy, especialmente si demuestra Teshuvá. Dios es tan bello que nos da entonces un antídoto contra la idolatría: Terumá.

Entonces, Dios planea habitar entre todos, pero ¿basado en qué? En nuestra libre elección. El becerro nace de la esclavitud, la relación con el Eterno de nuestro deseo de estar con Él. ¿Cómo lo observamos? En el verbo SEPAREN PARA MI, DE TODO AQUEL QUE TENGA EL IMPULSO DE HACERLO.

También vemos, que en el caso del Becerro tuvieron que dar obligadamente aros de oro, es decir, de valores altos y que no todos podían costear. En esta poción leemos que Dios da una lista de materiales que ellos ya habían recibido de los egipcios como compensaciones económicas de la esclavitud, materiales con diferentes valores económicos, a fin de que nadie quedara excluido.

De acá aprendemos, que no podemos decir al Eterno, “Eterno, tu no me has dado”. Desde el momento que tenemos hálito de vida en nosotros, tenemos al menos este hálito en nosotros. De igual manera, a diferencia de otras creencias en donde ofrendan/diezman a futuro, vemos que el Eterno no nos pedirá nada que él previamente no nos haya abastecido, sino, ¿Qué clase de Dios sería? Sería uno injusto. Shemot 12:35-36 dice: “Después, siguiendo las instrucciones que Moisés había dado, pidieron a los egipcios que les dieran objetos de oro y de plata, y también ropa. El Señor hizo que los egipcios vieran con buenos ojos a los israelitas, así que les dieron todo lo que pedían”. Por lo tanto, si Dios te pide algo, es porque Él ya te lo dio.

El ejercer la voluntad y estar consciente que nada es mío, sino que todo viene del Cielo, nos lleva al siguiente punto: La Generosidad. La generosidad no sólo es presente, sino que a futuro. En la tradición oral nos indica que luego que a Yaakov se le mostró el final de los tiempos, hizo plantar árboles de acacia 210 años previo a este momento. En este sentido mucho de nuestra generosidad no la veremos en nuestros días, pero nuestros hijos disfrutarán de ella. Esto me lleva a la idea que no debemos dar en función de otras variables, como: “si fulano da, entonces yo daré”, o si vemos que “fulano dio $10, entonces yo daré $10, si da $5, daré $5”. Nuestra generosidad debe partir de la libertad de dar en un abanico de opciones, no en función de lo que la sociedad haga o no haga, de un resultado esperado o de una situación ideal para dar. El dar debe ser en libertad y en cualquier momento, no sabemos si estas “maderas” serán utilizadas en el futuro por nuestros descendientes.

¿Para quién damos? ¿A Dios? Si este es nuestro pensamiento, entonces Dios se reiría de ti. Damos para nosotros mismos, para nuestro bienestar, para nuestra colectividad. En la generosidad, en la libertad de decisión la Shejiná se manifiesta. Dice el 25:8 “Ve’asu li mikdash veshajanti betojam.” “Y me harán un santuario, y Yo habitaré en medio de ellos.”. ¡Qué alegría! No dice, “Y habitaré en el Mishkán”. Este verso inicia en forma singular, pero termina en plural. El Santuario, por lo tanto, no es la tienda de habitación de Dios, Shlomo el hombre más sabio que haya existido dijo: “Pero ¿será posible, Dios mío, que tú habites en la tierra? Si los cielos, por altos que sean, no pueden contenerte, ¡mucho menos este templo que he construido!”. El Mishkán no es un contenedor para el Eterno. David dijo en Tehilim 24: 1 “De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan.” Entonces, el Mishkán no era para el Eterno. Era para nosotros, para enfocar nuestra atención en Él, para que habitemos enfocados entre todos en Él y que el se manifieste entre nosotros.

Cuando damos (singular) para el Mishkán, entonces el Eterno se manifiesta en la comunidad. Hay una frase judía muy profunda, la cual dice: “Kol Israel Harevim Ze La Ze, cada judío es responsable por el otro”. No es tiempo de hacernos preguntas retóricas como las de Caín ¿acaso soy responsable de mi hermano? Debemos actuar en libertad, con generosidad (tzedaká) para buscar el bien común.

Sería un error pensar que se limita a temas económicos, luego leeremos en los siguientes libros que todos ayudaron a construir el Mishkán, todos aportaron, unos dieron plata, otros materiales, otros aportaron inteligencia, otros aportaron su arte, otros fueron carpinteros, otros armadores de tienda, etc. Es decir, dio un propósito de ser útiles para algo que nos eleva. Es a través del servicio al Eterno que nos elevamos. El altar en donde se quemaban las ofrendas eran con una inclinación que hacía que fueran elevados, es decir, dar nos eleva, nos hace crecer.

Mi oración en este Shabbat es que seamos libres para poder gozar el regalo de elección, que seamos generosos y no pobres en nuestra mente para dar y aportar al otro, y que la Presencia del Eterno resida en medio de nosotros para que vivamos en plenitud.

Shabbat Shalom

Mauricio Quintero